EXPERIMENTO DE JOSHUA BELL







En esta entrada voy a hablar del experimento socio-psicológico llevado a cabo por el diario Washington Post, para evaluar si el gusto, en este caso con respecto a la música, es algo que pertenece a cada uno o está condicionado por la sociedad. 

El experimento fue realizado es la estación de metro Plaza L'Enfant (Washington DC) en plena hora punta, y consistió en que el prestigioso violinista Joshua Bell se colocó al lado de una papelera, en donde nadie le reconoció ya que iba vestido como un viajero más que acaba de bajar del metro. De un maletín sacó un violín, (uno de los más valiosos que se hayan fabricado) y dejó unos pocos dólares y monedas, para luego ponerse a tocar. 

En menos de una hora interpretó seis piezas clásicas, que casualmente eran las más elegantes jamás escritas, obras maestras que han perdurado a lo largo del tiempo por su brillantez, es decir, música a la categoría de catedrales y auditorios nacionales. 

En ese tiempo más de mil personas pasaron por delante suya, sin percatarse de la belleza de que están escuchando sus oídos. Pasaron tres minutos para que alguien mostrase algún tipo de interés, y fue un hombre que alteró su paso, para observar por un segundo al muchacho, para luego continuar como si nada por su camino. Al minuto después recibió su primera donación, que vino de una mujer que arrojo un dolar. No fue hasta mucho más tarde que alguien se parase para escucharle con tranquilidad. 

En todo el tiempo que estuvo tocando solo 7 personas se pararon para disfrutar de la actuación, solo una de ellas le reconoció y fue a felicitarle. Y solo 27 hicieron una donación para acabar alcanzando un total de 32 dolares. 

No hubo una multitud de espectadores, como el propio Joshua esperaba “En una sala de música, me enfadaría si alguien tose o si se oye el sonido de un teléfono móvil. Pero aquí, mis expectativas disminuyeron rápidamente. Empecé a apreciar que no existía ningún tipo de reconocimiento, ni siquiera una leve mirada hacia arriba. Estaba extrañamente agradecido cuando alguien lanzó en un dólar en vez del cambio” 


Tres días antes Joshua Bell dio un concierto en el Hall de Boston Symphony, el cual llenó, donde los asientos cuestan 100 dólares en adelante. 







ANÁLISIS 

Este experimento no es puramente científico, pues no se realizó siguiendo una metodología científica ni se realizó en repetidas ocasiones que pudieran demostrar que los resultados eran similares en contextos y situaciones diferentes. Sin embargo, es un caso muy curioso que ayuda a comprender cómo una construcción social tan poderosa como es el estatus influye en la percepción del arte o la música. 


El arte y la música, así como la belleza, son construcciones sociales en sí mismas y dependen del contexto en el que se mueven. Basta que un millonario adquiera una obra de un artista desconocido para que éste se haga famoso de la noche a la mañana y sus obras adquieran precios astronómicos. No es la música que el músico Joshua Bell interpreta en el metro lo que le llega a la gente, sino la imagen que proyecta en ese contexto determinado, y es esto lo que determina la valoración de los que tuvieron la  oportunidad de escucharle.




Link del vídeo 




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